
La rodopsina tiene un papel clave en la adaptación al frío del pez de hielo antártico
La Antártida puede parecer un lugar desolado, pero alberga algunas de las formas de vida más singulares del planeta. A pesar de que las temperaturas terrestres promedian alrededor de -60°C y las temperaturas del océano rondan el punto de congelación del agua salada (-1,9 °C), varias especies prosperan en este gélido hábitat.
Los dracos antárticos (Channichthyidae) son un excelente ejemplo, ya que exhiben notables adaptaciones que les permiten sobrevivir en las heladas aguas que rodean el continente. Por ejemplo, estos peces han desarrollado glicoproteínas especiales "anticongelantes" que evitan la formación de hielo en sus células.