Investigadores exploran los misteriosos "Hoyos azules" de las Bahamas
Bacterias viven dentro de nubes tóxicas de ácido sulfhídrico en el límite entre agua dulce y salada
Los descubrimientos hechos en unas cuevas subacuáticas en las Bahamas por investigadores de la Universidad Texas A & M, de Galveston, podrían proporcionar pistas sobre cómo se formó la vida en los océanos de la Tierra millones de años atrás y tal vez dar pistas de qué tipo de vida marina se puede encontrar en planetas y lunas distantes.Tom Iliffe, profesor de biología marina en el campus de Texas A & M - Galveston, y el estudiante graduado Brett González, de Trabuco Canyon, California, examinaron tres "Hoyos azules" en las Bahamas y encontraron que en los tres existían capas de microbios bacterianos, pero cada cueva tenía formas especializadas de vida y en diferentes profundidades, lo que sugiere que la vida microbiana en dichas cuevas se adapta continuamente a los cambios en la luz disponible, la química del agua y las fuentes de alimentos. Su trabajo, que también se hizo en conjunto con investigadores de la Penn State University, ha sido publicado en Hydrobiologia.
A los "Hoyos azules" se les llama así porque desde una vista aérea aparecen de forma circular con diferentes tonos de azul en los alrededores de sus entradas. Se estima que hay más de 1.000 cuevas de este tipo en las Bahamas, la mayor concentración de hoyos azules en el mundo.
"Hemos examinado dos cuevas en la isla de Abaco y una en la isla de Andros", explica Iliffe. "Una de Abaco, a una profundidad de unos 100 pies, tenía cepas de bacterias de casi una pulgada de grosor que estaban adheridas a las paredes de las cuevas. En otra cueva en la misma isla, había bacterias que viven dentro de nubes tóxicas de ácido sulfhídrico en el límite entre agua dulce y salada. Estas cuevas tenían formas diferentes de bacterias, con tipos y densidad cambiantes a medida que la fuente de luz de arriba crecía o disminuía.
"En la cueva de Andros esperábamos encontrar algo similar, pero la capa de sulfuro de hidrógeno contenía diferentes tipos de bacterias", añade. "Esto demuestra que las cuevas tienden a tener formas de vida que se adaptan a ese hábitat particular y hemos encontrado que algunos tipos de bacterias podrían vivir en entornos en los que otras formas de vida no podrían sobrevivir. Esta investigación muestra cómo estas bacterias han evolucionado durante millones de años y han encontrado una manera de vivir bajo estas condiciones extremas".
Iliffe dice que los microbios cambian al lugar donde el agua salada se encuentra con el agua dulce dentro de las cuevas y utilizan la energía química para producir su alimento. Ellos pueden sobrevivir en ambientes con cantidades muy bajas de oxígeno y luz.
Hay decenas de miles de cuevas submarinas repartidas por todo el mundo, pero de ellas se han explorado e investigado científicamente menos del 5 por ciento, añade Iliffe.
"Estas formas de vida bacteriana pueden ser similares a los microbios que existían en la Tierra primitiva y por lo tanto dan una idea de cómo evolucionó la vida en este planeta", añade. "Estas cuevas son laboratorios naturales donde se puede estudiar la vida que existe bajo condiciones análogas a las que estaban presentes muchos millones de años atrás".
"Nosotros sabemos más sobre el lado oculto de la luna que acerca de estas cuevas aquí en la Tierra", añade. "No se puede decir lo que queda por descubrir en los muchos miles de cuevas que nadie ha entrado. Si existe vida en otras partes de nuestro sistema solar, lo más probable es que se encuentre en ambientes llenos de aguas subterráneas, tal vez equivalentes a las que estamos estudiando en las Bahamas".
En los últimos 30 años, Iliffe ha descubierto varios cientos de especies de vida marina y probablemente ha explorado más cuevas submarinas - por lo menos 1.500 - que nadie en el mundo, examinando cuevas de este tipo en Australia, el Caribe, el Mediterráneo y el norte de las regiones atlánticas del mundo.
Artículo científico: The biogeochemistry of anchialine caves: progress and possibilities
Para saber más visita la página web del Dr. Thomas M. Iliffe
Fotos cortesía de Tamara Thomsen