El gusano marino parasita las conchas de los bivalvos, no la carne de los animales en sí
Un nuevo estudio ha descubierto inesperadamente que un parásito común de las ostras modernas comenzó a infectar a los bivalvos cientos de millones de años antes de que se extinguieran los dinosaurios.
La investigación utilizó escaneos 3D de alta resolución para examinar el interior de conchas de 480 millones de años de antigüedad procedentes de un yacimiento marroquí conocido por la excepcional conservación de su fauna marina. Los escaneos revelaron una serie de distintivos patrones grabados tanto en la superficie de los fósiles como ocultos en su interior.
"Las marcas no eran rasguños al azar", afirmó Karma Nanglu, paleobióloga de la Universidad de California en Riverside que dirigió la investigación. "Observamos siete u ocho de estas formas perfectas de signo de interrogación en cada fósil de concha. Eso forma un patrón".
"Nos llevó un tiempo descifrar el misterio que se escondía tras estas huellas de peculiar aspecto. Era como si se burlaran de nosotros con su forma de signo de interrogación", dijo Javier Ortega-Hernández, coautor del artículo, biólogo evolutivo de Harvard y curador del Museo de Zoología Comparada de la universidad, donde se encuentran los fósiles utilizados en este estudio.
"Pero, como suele suceder, dimos con la respuesta mientras estábamos inmersos en literatura oscura antes de nuestro momento eureka", dijo.
El equipo de investigación determinó que las marcas son obra de un gusano marino de cuerpo blando, aún común en los actuales océanos. Estos gusanos, que pertenecen al grupo de los espiónidos, viven y se alimentan de mejillones y ostras sin matarlos, aunque sí resultan destructivos.
"Parasitan las conchas de bivalvos como las ostras, no la carne de los animales en sí", dijo Nanglu. "Pero dañar sus conchas puede aumentar las tasas de mortalidad de las ostras".
Imagen: Rastros de espiónidos en conchas fosilizadas de bivalvos. Crédito: Javier Ortega-Hernández / Universidad de Harvard
Las conchas examinadas en el estudio pertenecían a un primitivo pariente de las almejas modernas que prosperó durante el Ordovícico, un período de rápidos cambios ecológicos.
"Este es un momento en el que los ecosistemas oceánicos se volvieron más intensos", dijo Nanglu. "Se observa un aumento de la movilidad, la depredación y, claramente, el parasitismo".
Los investigadores consideraron la posibilidad de que los signos de interrogación en los fósiles hubieran sido hechos por los propios moluscos o por algún otro tipo de organismo. Sin embargo, la evidencia más contundente apuntaba a la explicación de los espiónidos.
"Hay una imagen en particular, de un estudio de gusanos modernos, que muestra exactamente la misma forma dentro de una concha", dijo Nanglu. "Esa fue la prueba irrefutable".
Más allá de la emoción del descubrimiento, este hallazgo ofrece una valiosa perspectiva evolutiva.
"Este grupo de gusanos no ha modificado su estilo de vida en casi quinientos millones de años", afirmó Nanglu. "Solemos concebir la evolución como un cambio constante, pero este es un ejemplo de un comportamiento tan eficaz que se mantuvo inalterable a pesar de múltiples extinciones masivas".
Para observar el interior de estas huellas con forma de signo de interrogación, los investigadores utilizaron un método similar a una tomografía computarizada médica, pero mucho más detallado: la microtomografía computarizada (micro-TC). Esto reveló otro hallazgo: que más bivalvos con más parásitos estaban ocultos a la vista dentro de la roca, donde las capas fósiles se apilaban como un pastel de varias capas.
"Jamás lo habríamos visto sin el escáner", dijo Nanglu.
Imagen derecha: Ejemplares del molusco bivalvo Babinka de la biota de Fezouata Shale (Ordovícico Inferior) que muestran evidencia de perforaciones fosilizadas similares a las de los espiónidos. iScience (2025). DOI: 10.1016/j.isci.2025.113721
El ciclo de vida del parásito también ofreció una pista clave para su identificación. Al parecer, siguió un patrón consistente: comenzaba su vida como larva, se asentaba en la concha de un anfitrión en un momento y lugar específicos, y luego disolvía una pequeña área para anclarse. A medida que crecía, se adentraba más en el caparazón, formando la característica figura de signo de interrogación.
Ningún otro animal conocido presenta este mismo patrón.
"Si no se trata de un espiónido, entonces es algo que nunca antes habíamos visto", dijo Nanglu. "Pero tendría que haber desarrollado el mismo comportamiento, en el mismo lugar y de la misma manera".
El mismo comportamiento de excavación de conchas observado en los fósiles aún afecta a las ostras en la actualidad. Si bien los gusanos espiónidos no se alimentan directamente de los animales, el daño estructural que provocan puede aumentar la mortalidad en la pesca comercial.
"Este parásito no solo sobrevivió al despiadado período Ordovícico, sino que prosperó", dijo Nanglu. "Sigue afectando a las ostras que comemos, tal como lo hacía hace cientos de millones de años".
El yacimiento de fósiles en Marruecos es famoso por ofrecer instantáneas de comportamientos perdidos hace mucho tiempo. Otros hallazgos incluyen animales sobre restos de criaturas parecidas a calamares, lo que proporciona evidencia única de antiguas interacciones entre especies congeladas en el tiempo.
"Es una suerte encontrar algún registro de un animal de hace tanto tiempo", dijo Nanglu. "¿Pero ver evidencia de la interacción entre dos animales? Eso es oro puro".
La investigación ha sido publicada en iScience: A 480-million-year-old parasitic spionid annelid












