Libro del Consulado del Mar
Tradición marinera y mediterránea de la Corona de Aragón

En los puertos de su fachada levantina y del Mar Negro desembocaba la Ruta de la Seda, por cuyo conducto circulaban especias, sedas y porcelanas procedentes del Próximo y Lejano Oriente.
A través de Alejandría se canalizan los circuitos comerciales que enlazan el Mar Rojo con el océano índico, al tiempo que en los puertos del Magreb confluyen las rutas que transportan los esclavos y el oro del áfrica Subsahariana.
Europa, por su parte, adquiere estos productos gracias a la venta de materias primas y de manufacturas provenientes no sólo de su área meridional, sino también de las islas británicas, del mar del Norte o del mar Báltico.
Las costas se convierten en escaparates de unas ciudades abiertas al comercio internacional. Se embellecen y se dotan de instalaciones destinadas a satisfacer las necesidades de este conjunto cosmopolita formado por marineros y comerciantes.
Los mercados se acercan a los puertos, y en ellos aparecen las lonjas de mar, las alhóndigas o los consulados, que aunque inicialmente tan sólo representaban los intereses comerciales de otras ciudades mediterráneas, con el tiempo llegaron a ser legaciones diplomáticas de los estados.
De este modo se abrió el camino hacia el establecimiento de tratados diplomáticos que reconocían la existencia de normas jurídicas y de tribunales aptos para la resolución de los conflictos surgidos entre ciudadanos de diversos países.
La Corona de Aragón, durante el reinado de Jaime I, con su secular tradición marinera y mediterránea, desempeñó un papel de vanguardia en este proceso.
Su red consular era una de las más densas, y las leyes recogidas por sus juristas en el Libro del Consulado de Mar (un Código de Derecho marítimo-mercantil), constituyeron un referente por todo el Mediterráneo y una de las bases del posterior desarrollo del derecho internacional en materia marítima y comercial.
El Consolat del Mar, fue en un principio el Tribunal encargado de dirimir las disputas sobre asuntos referentes a la navegación y el comercio marítimo.
El Consolat del Mar fue creado medio siglo más tarde de la entrada de Jaime I en Valencia, cuando en el año 1283 el monarca Pedro III El Grande otorgó el privilegio por el cual se constituía este Tribunal en la ciudad de Valencia. Sin embargo no fue hasta el año 1407, en el inicio del denominado Siglo de Oro Valenciano, cuando el Consejo de la Ciudad encargó la redacción definitiva del manuscrito a Jaime Gisbert, mientras que fue Domingo Crespí quién se encargó de ilustrarlo con miniaturas de gran calidad y valor artístico.
Su vigencia efectiva llegó hasta el siglo XIX, cuando se promulgó en España el primer Código de Comercio, sobreviviendo incluso a los Decretos de Nueva Planta de Felipe V en el siglo XVIII.
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