Abre la posibilidad de que este mundo helado contenga vida extraterrestre
Dos estudios contradictorios sobre Enceladus en la revista "Nature"
Según un nuevo estudio publicado en la última edición de la revista "Nature", Encélado, una de las lunas de Saturno, podría tener un océano salado bajo su congelada superficie.Ya el pasado año (ver: Sospechas de un Océano en Enceladus) la sonda espacial Cassini prácticamente rozó la superficie de Encelado, con un vuelo orbital a tan sólo 25 km de altitud. Los científicos querían determinar si los geyseres observados en sobrevuelos anteriores de Cassini en el polo sur de la luna despiden gases que pueden revelar la existencia en el subsuelo de agua líquida, incluso con la dimensión de un océano. Y de existir agua líquida, las condiciones para la vida aumentarían sensiblemente.
Pero ahora, y en el mismo número de "Nature", se recoge otro estudio que dice justamente lo contrario. Esa contradicción entre dos grupos de expertos es casi más noticia que lo que cada uno asegura por separado.
Las fotografías de las sondas habían captado lo que parecían enormes chorros de agua en forma de géiseres saliendo un mundo helado, a una temperatura extremadamente baja, puesto que Encélado se encuentra a unos 1.600 millones de kilómetros de la Tierra.
Los expertos habían lanzado la hipótesis de que bajo ese mundo, subsistía un océano de agua salada, que se mantenía caliente debido a las enormes fuerzas de marea que azotan a este pequeño mundo debido a su proximidad con el gigantesco planeta Saturno. Esto abre la posibilidad teórica de que este mundo helado contenga algún tipo de vida extraterrestre. Al menos en teoría.Investigadores europeos, liderados por el profesor Nikolai Brilliantov, de la Universidad de Leicester, presentan en Nature una evidencia de la fascinante hipótesis de la luna de Saturno con un oceano líquido en sus tripas.
En una de las emisiones, captada por la sonda Cassini, se vio una emisión gigantesca de lo que parecía ser un chorro de vapor de agua, gases y granos de hielo, saliendo de entre una de las grietas de la superficie helada, quizá desde varios cientos de kilómetros de profundidad.
Brilliantov, junto con Frank Postberg, de la Universidad de Heildelberg y el Instituto Max Planck para Física Nuclear en Alemania, aportan la evidencia: lo que hay debajo es un océano salado, ya que en esas emisiones se han detectado la presencia de sales de sodio, que es lo que cabría esperar de un océano que lleva en contacto con las rocas durante millones de años.
La sonda Cassini lleva un instrumento, denominado Analizador de Polvo Cósmico, que ha medido la química de esa emisión. El equipo de Postberg y Brilliantov han utilizado estos datos para comprobar en el laboratorio las emisiones de los granos helados, y han descubierto que contienen una cantidad notable de sales de sodio. Es decir, es hielo salado. Y la concentración de las sales así deducida es entre 0,1 y 0, 3 moles de sal por kilogramo de agua, muy parecida a la de los océanos de la Tierra.
¿Asunto resuelto? Desde luego que no. De acuerdo con Nicholas Schneider, de la Universidad de Colorado en Boulder, esas emisiones de vapor de agua no son géiseres. "Nos preguntábamos si lo que veíamos era porque existía un océano de agua subterránea bajo la corteza que estuviera expulsando el agua a través de las grietas como un géiser al espacio", dice este experto.
Schneider publica otro estudio en el mismo número de Nature en el que afirma que no se han encontrado trazas de sodio en esas emisiones. Y todo en base a las observaciones realizadas desde la Tierra por los telescopios más potentes del mundo, como el telescopio Keck1 de diez metros en Hawai y otro de cuatro metros en Australia. "Nuestro equipo de observación no detectó ninguna de estas sales en el vapor", asegura este experto. Por tanto, la idea de un océano subterránea salado se desvanece.
¿Quien tiene razón? En realidad ninguno, o puede que los dos. De acuerdo con Schneider, el fenómeno podría deberse a la vaporización del hielo a partir de cavernas subterráneas, en un proceso lento, de manera que el vapor resultante tiene poco sodio, justo como sucede con el vapor de agua desprendido de los océanos terrestres por el calor.
La mayor parte del sodio se queda en casa, y el vapor se transforma en un chorro supersónico al escapar a través de las fracturas del hielo de la corteza, como si fuera una olla express. Lo que no implica necesariamente que deba existir un océano debajo.
Claro que quizá otra explicación es factible. "Si la evaporación es más explosiva, contendría más sal", ha indicado Schneider. "Pero también podría consistir en hielo que se calienta y se vaporiza hacia el espacio. Podrían existir zonas en la corteza donde hay mayor fricción, lo que crearía agua líquida que entonces se evaporaría hacia el espacio". ¿Suficiente agua líquida como ara formar un océano? La incógnita persiste.