Como no tienen caparazón para esconderse, basan su defensa en un spray para mantener a raya a los depredadores.
Con variaciones de tinta en el spray y dependiendo cómo reaccionan los depredadores, las liebres de mar ajustan sus defensas químicas.

Algunos animales crean productos químicos nocivos a partir de trozos de proteínas, que llevan toxinas, como las orugas monarca que se comen venenosas plantas de algodoncillo, llegando a ser tóxicas para las aves rapaces en el proceso. Pero realizar pequeñas modificaciones de un pigmento de algas benignas en un compuesto tóxico es un nuevo nivel de ingeniería química, química marina dice el ecologista James McClintock de la Universidad de Alabama en Birmingham.
"Es estupendo", dice McClintock, que no partipó en el trabajo.