La historia de la caza comercial de ballenas del mayor cetáceo en aguas templadas del Atlántico
La ballena azul es el animal más grande que jamás haya existido y pesa como dos mil personas juntas. Es por esto que este cetáceo era la especie más perseguida en el mundo por su tamaño y rendimiento económico cuando comenzó la caza comercial de ballenas, a mediados del siglo XIX.
Las primeras capturas, en el norte de Noruega, se expandieron a otras zonas marinas, y en sólo unas décadas, en el Atlántico Norte, se capturaron más de 15.000 ballenas azules. A principios del siglo XX, las poblaciones de ballena azul, que ya eran pequeñas, disminuyeron en muchas zonas del Océano Atlántico Norte, y la especie fue reemplazada por el rorcual como principal objetivo comercial de los barcos balleneros.
Estas fueron algunas de las conclusiones de un artículo firmado en 2022 por los expertos Àlex Aguilar y Assumpció Borrell, de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad de la Universidad de Barcelona (IRBio). El artículo recoge datos sobre las capturas de ballena azul durante el siglo XX en las aguas templadas del Atlántico Norte, zona oceánica donde la caza de ballenas continuó hasta 1979, independientemente de la protección de la especie, que comenzó en 1954.
La ballena azul, el gigante marino en peligro de extinción
La ballena azul (Balaenoptera musculus) es el cetáceo de mayor tamaño —puede superar los 30 metros y pesar más de 190 toneladas— y pertenece al grupo de los misticetos, las ballenas barbadas. Es una ballena migratoria de grandes distancias y se alimenta principalmente de krill y pequeños peces. Está catalogada como especie en peligro de extinción por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Imagen: Ballena azul expulsando un chorro de vapor de agua a través de su espiráculo doble
El nuevo estudio analiza los registros internos de la caza de ballenas (cuadernos de navegación de los barcos balleneros, registros internos de las empresas, etc.) que tuvo lugar en las aguas templadas del Atlántico Norte durante el periodo 1921-1985. Esta información se contrasta con los datos proporcionados por los artículos científicos y los estudios de inspección pesquera del período 1981-1987.
Las estadísticas oficiales sobre la caza de ballenas, hasta ahora la única fuente de información disponible, "fueron a menudo falsificadas y ocultaron casi la mitad de las capturas", señala el profesor Àlex Aguilar, jefe del Grupo de Investigación sobre Grandes Vertebrados Marinos de la UB.
Los datos muestran un total de 61 capturas de ballenas azules en 55 años (1,12 individuos por año), la mitad de las cuales nunca fueron reportadas. En concreto, los datos de la década de 1950 revelan capturas de algunos grandes rorcuales comunes —o ballenas de aleta— (Balaenoptera physalus), "pero no está claro si esto corresponde a una identificación errónea de la especie o a un error en las medidas del individuo, por lo que no podemos descartar si el número real de ballenas azules capturadas fue ligeramente superior al número estimado", señala la profesora Asunción Borrell, del Departamento de Biología Evolutiva, Ecología y Ciencias Ambientales, y miembro del IRBio.
Cuando comenzaron a funcionar las primeras fábricas modernas en la Península Ibérica, en 1921, la ballena azul era una especie rara y la explotación se centraba en el rorcual común, de menor tamaño pero más abundante. "Esto no impidió que los arponeros capturaran una ballena azul cuando la encontraron. De hecho, la última ballena azul capturada en el mundo fue capturada en 1979 por una empresa española, Industria Ballenera SA, en aguas gallegas", afirma Aguilar.
Imagen: Ballena azul en 1979 en la fábrica del Cangas del Morrazo (España). Scientific Reports - https://www.nature.com/articles/s41598-022-09570-6#Fig2
La longitud media de las ballenas azules capturadas en aguas peninsulares, en su mayoría juveniles, fue inferior a la de los ejemplares de latitudes superiores. "Estos datos indicarían una estratificación geográfica de la población, con una mayor proporción de ejemplares inmaduros en aguas templadas y la población adulta desplazándose hacia latitudes más altas y aguas más frías", señalan los autores.
De la explotación a gran escala a las capturas sostenibles
Durante el siglo XX hubo dos periodos diferenciados en la caza de ballenas en las costas atlánticas. En la década de 1920 —en el apogeo de la expansión de las empresas noruegas— había pesca a gran escala, con muchos barcos y fábricas tanto terrestres como flotantes. El resultado fue insostenible y provocó una fuerte disminución de las poblaciones de ballenas azules.
En una segunda fase, de los años 1940 a 1985, la explotación fue moderada, con sólo fábricas terrestres y un número modesto de barcos balleneros. Aunque la Comisión Ballenera Internacional (CBI) reguló la protección de la especie en 1954, España no era entonces miembro y las capturas continuaron allí hasta 1979. Una vez que la Comisión reguló las operaciones en España, con tasas e inspecciones, las operaciones fueron plenamente sostenibles. La moratoria sobre la caza de ballenas, que entró en vigor en 1986 —y que fue aceptada por España— puso fin a seis décadas de intensa explotación.
Imagen: Ubicación de las estaciones balleneras que operaban en la Península Ibérica. Figura generada por Albert Martinez con el programa Freehand 10.
La población actual de ballenas supera el millar en el Atlántico Sur, mientras que en la zona oriental del Atlántico Norte hay aproximadamente entre 4.000 y 5.000 ejemplares. "El factor más determinante en la recuperación de la especie en las costas peninsulares ha sido la protección. La recuperación fue lenta al principio —el número de ejemplares era muy bajo—, pero en la última década y media el aumento poblacional de la ballena azul es visible, por ejemplo, en aguas gallegas", afirma Aguilar.
De momento, la pesca ya no es un problema para la conservación de las ballenas. Las poblaciones que se explotan en Noruega, Japón, Islas, Estados Unidos y Rusia se encuentran en niveles saludables y las cifras de capturas están por debajo del ritmo al que se están repoblando los individuos.
"Sin embargo, hay otros factores que parecen alarmantes. En el Mediterráneo, por ejemplo, las muertes de ballenas por colisiones con barcos son demasiado frecuentes. Las consecuencias del cambio climático también son preocupantes, aunque no está claro si tendrá un efecto negativo, hay algunos estudios que señalan que podría favorecer a algunas especies", afirman los autores.
Además de los aspectos económicos, la caza comercial de ballenas ha dejado una huella histórica y arquitectónica en algunos países. En España, una de las actuaciones de algunas administraciones para catalogar las fábricas balleneras como activos no evitó el deterioro de muchas instalaciones, que hoy han desaparecido o se han convertido en ruinas.
"En este sentido, es notable la diferencia con otros países con tradición ballenera. Basta pensar en el caso del IBSA I, el último pesquero español, que medía 48 metros de eslora. En 1989 fue adquirido por el Museo de Sandefjord (Noruega) por 1.000 pesetas (6 euros) cuando estaba a punto de desguazarse. Ahora se llama Southern Actor (Actor del Sur) y es el principal atractivo turístico de este museo", concluye Àlex Aguilar.
Imagen: El ballenero Southern Actor
La investigación fue publicada en 2022 en la revista Scientific Reports: Unreported catches, impact of whaling and current status of bluewhales in the South European Atlantic Shelf