Los investigadores luchan por salvar algo de lo que no saben casi nada
Un fantasma ronda las costas del sur de Brasil, Uruguay y el norte de Argentina. La franciscana (Pontoporia blainvillei), primo del delfín del río Amazonas, también es conocido como el delfín de La Plata, por el río en el que fue avistado por primera vez, y como el delfín fantasma, por su rareza. La franciscana está oficialmente catalogada como vulnerable, aunque se sabe tan poco sobre el elusivo mamífero que puede estar efectivamente en peligro.
Un pariente lejano de los delfines de río, la franciscana de color marrón grisáceo es ligeramente más pequeña que el humano promedio. Al igual que los delfines de río, las franciscanas tienen pronunciados picos, ostentando el récord del pico más largo en proporción a la longitud del cuerpo.
Sin embargo, a diferencia de los verdaderos delfines de río, la franciscana prefiere las aguas turbias y ligeramente saladas de los estuarios de los ríos. Este limitado territorio lo pone en contacto frecuente con los pescadores, en cuyas redes mueren los delfines. Aunque los investigadores a lo largo del territorio de la franciscana trabajan para conservar la especie, se sabe muy poco sobre estrategias efectivas e integrales de conservación.
El escollo más obvio: los científicos ni siquiera saben cuántos delfines existen. Un censo realizado en 2005 estimó que en Argentina había aproximadamente 13.000 a 14.000, mientras que una encuesta diferente en 2010 estimó una población brasileña de poco menos de 2.000. Uruguay no tiene un censo oficial. La ausencia de estadísticas de población complica la búsqueda de ayuda estatal para ayudar a proteger a la especie.
Donde los científicos obtienen una mejor visión de los números de francisca es a través de las tasas de mortalidad durante la captura incidental de pesca. Alejandro Arias, gerente de programa de la ONG argentina Vida Silvestre, estima que cada año mueren en redes de pesca argentinas de 500 a 800 franciscanas.
Un estudio uruguayo de 2009 estimó una tasa de mortalidad de unas 2.800 franciscanas por año. Dada una tasa de nacimiento de poco menos de un recién nacido por hembra por año, esto sugiere que la población de delfines está disminuyendo rápidamente y puede estar mucho más cerca de la extinción de lo que implica su clasificación de vulnerable.
Sin embargo, la población no es la única faceta de la existencia de la franciscana de la que los científicos saben muy poco.
Los conservacionistas a menudo recurren al concepto de servicios ecosistémicos para abogar por la conservación de una determinada especie. Las tortugas marinas, por ejemplo, proporcionan servicios vitales a los ecosistemas de playas y aguas poco profundas, efectos que tienen resultados cuantificables desde el punto de vista financiero para industrias como el turismo y la pesca. Junto con el atractivo de las adorables crías de tortugas, esto ayuda a garantizar que los recursos humanos y financieros se destinen a la conservación de tortugas marinas, lo que a su vez genera presión política para la protección de las tortugas.
Sin embargo, se sabe muy poco sobre la franciscana para definir claramente sus servicios ecosistémicos. Dada su rareza y alta tasa de mortalidad, el daño causado por su desaparición ya podría estar en marcha.
Estas lagunas de conocimiento giran en torno a la falta de investigación. Que los gobiernos no prioricen la franciscana se debe en parte a la falta de conciencia pública sobre el delfín, dice Pablo Denuncio del Consejo Nacional de Investigación Científica y Técnica de Argentina.
"Saber es conservar", dice Denuncio. Si más personas supieran acerca de la difícil situación de la franciscana, presionarían a sus políticos locales para que actúen. Sin embargo, publicitar al delfín ha sido una lucha lenta y cuesta arriba. En pocas palabras, el delfín fantasma es víctima de su propia escasez.
Denuncio ha experimentado con medios alternativos para mantener a los delfines a salvo. Una prueba involucró el uso de alarmas acústicas, llamadas pingers, para entrenar a los delfines a asociar las redes de pescadores con el peligro. Sus resultados son prometedores, aunque carece de fondos suficientes para desplegar por completo el sistema de pingers. Paula Laporta, de la Universidad de la República de Uruguay, ha visto estos ensayos con interés y espera que se puedan encontrar fondos para continuar con las pruebas de pingers en Uruguay.
A lo largo de todo el territorio costero de la franciscana, están disminuyendo la biodiversidad y las poblaciones de peces. Las inversiones en nuevas infraestructuras pesqueras auguran un mayor estrés en el medio ambiente costero. Atrapada en medio de todo, la desafortunada franciscana parece volverse más fantasma que delfín.