Boyas para evitar colisiones entre buques y ballenas
Historia de como la ingenería y los conocimientos humanos pueden ayudar a especies en peligro de extinción
La ruta costera del Atlántico entre la Florida y Nueva Escocia, ha sido utilizada por las ballenas francas para su migración desde tiempos inmemoriales.
La intensificación del tráfico de buques en las rutas este-oeste, y el de salida y entrada al puerto de Boston, dificultan el derecho primordial de acceso de las ballenas a sus áreas de alimentación, aumentando enormemente el riesgo de colisiones mortales que amenazan la extinción de la pequeña población superviviente de ballenas francas del Atlántico Norte.
En 2005, una compañía llamada Excelerate Energy solicitó permiso para construir un puerto de aguas profundas a 16 millas de Boston para que buques de gran tamaño descargasen gas natural licuado. Los defensores creían que el plan tendría todo tipo de beneficios económicos y ambientales, incluyendo el evitar la construcción de un gran centro de almacenamiento de gas en una costa poblada. Pero para los conservacionistas marinos era como permitir que camiones de 18 ruedas transitasen una zona escolar.
La solución no tuvo precedentes: En 2008 se instaló una línea de 10 boyas ancladas al fondo marino a lo largo de las rutas de navegación, equipadas con dispositivos para escuchar las llamadas de las ballenas desde las profundidades. Las líneas de comunicación se establecieron a partir de las boyas a un satélite y posteriormente a un laboratorio con base en tierra para confirmar la presencia de ballenas, para luego alertar a los navegantes que disminuyan la velocidad y controlen la presencia de ballenas.
El anclaje al fondo del mar de cada boya de la línea fue un notable trabajo de ingeniería, ya que se puede estirar dos veces y media en su longitud sin romperse por tormentas (30 pies de altura de mar) y, al mismo tiempo, mantener su dispositivo de escucha bajo el agua como para detectar las llamadas de las ballenas.
Para activar este dispositivo de alertas en tiempo real de la presencia de ballenas, una larga cadena de personas con intereses y conocimientos complementarios tenía que encontrar maneras de colaborar: representantes de sociedades de energía, conservacionistas, biólogos, ingenieros y funcionarios de las agencias reguladoras gubernamentales constituyeron un mezcla heterogénea.
Escuchando en lugar de buscar
El habitat cerca de las costas de las ballenas francas hizo posible que fueran lo objetivo de balleneros británicos y yanquis que buscaban una antigua fuente de energía: el aceite de ballena. La protección jurídica de la ballena franca fue obtenida en 1935. Pero después de siglos de masacre, los científicos estiman que sólo una docena de ballenas francas del Atlántico Norte sobrevivió.
A diferencia de la mayoría de las poblaciones de ballenas, la ballena del Atlántico norte no se ha recuperado, oscilando entre 300 y 400 animales. Cada muerte disminuye las probabilidades de supervivencia de la especie. Entre 2002 y 2006, el National Marine Fisheries Service delos EE.UU. confirmó que 10 ballenas murieron y otras dos fueron gravemente heridas por las colisiones con embarcaciones, pero muchos más colisiones no se detectan.
En 1999, los administradores de la costa comenzaron a usar sistemáticamente aviones y barcos para avistar ballenas y se pudiera dar aviso a los buques. Pero estos métodos no pueden utilizarse en la noche o con mal tiempo. Tampoco pueden encontrar a las ballenas cuando no están nadando cerca de la superficie.
"Quisimos averiguar si la escucha de las ballenas podría ser una manera mucho mejor para su detección", dijo Christopher Clark, director del programa de investigación bioacústica en el Laboratorio de Ornitología de Cornell. En 2001, con el apoyo de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA, por sus siglas en inglés) y el Fondo Internacional para el Bienestar Animal, Clark puso bajo el agua grabadoras de sonido, equipadas con hidrófonos, en el sur de Cape Cod Bay. Durante los siuientes cuatro años se registraron las llamadas de las ballenas de toda la bahía desde noviembre hasta mayo.
"Hemos demostrado que podemos escuchar y localizar a las ballenas francas, incluso cuando la gente no pueda verlas", dijo Clark. Pero los científicos no lo sabrían hasta que recuperasen sus instrumentos meses más tarde. Estas diferencias de tiempo hicieron que las grabaciones de los fondos marinos fueran poco prácticas para los administradores, que necesitan información inmediata sobre el paradero de cada ballena.
¡¡ Shhhiii !! El amarre es demasiado ruidoso
En noviembre de 2003, Clark llegó a la Institución Oceanográfica Woods Hole (WHOI) para una conferencia en donde se reunían investigadores de diversos campos científicos y de varias instituciones. Organizada por el Instituto Oceánico WHOI, el objetivo de la conferencia era cómo acelerar la colabaración en la investigación y cómo se podrían mejorar los esfuerzos de conservación de las ballenas en peligro de extinción del Atlántico Norte. Clark se reunio en la oficina con su amigo el ingeniero del WHOI, Keith von der Heydt.
"Keith era el "cuello de botella" en múltiples proyectos, y había cosas de electrónica por todo el lugar", dijo Clark, recordando, "yo le dije a Keith, ¿No sería fantástico si pudiéramos detectar automáticamente las ballenas francas y transmitir las señales de nuevo al laboratorio?". Keith señaló desde su ventana a una boya tendida sobre el muelle, que acababan de sacar del agua, y dijo: "Hemos estado haciendo algo parecido con esa boya, y no sólo para las ballenas. "
La boya era parte de un sistema que podría transmitir las señales de los sonidos del fondo marino de un sismómetro océanico, desde el lugar de amarre a la boya de superficie y después vía satélite a la orilla. Clark pensó que un sistema similar podría ser útil para detectar las ballenas. Obtuvo una beca de la NOAA para financiar un esfuerzo de colaboración para tratar de construir un mecanismo, que combinara el hardware del laboratorio de Cornell, software y know-how sobre las llamadas de las ballenas, con la experiencia en el diseño del WHOI en la construcción e implantación de puntos de atraque.
Científicos de Cornell e ingenieros trabajaron en "el cerebro del sistema", un dispositivo de auto-detección electrónica en la unidad de instalación: un recipiente a prueba de agua en la superficie de la boya. Su trabajo consistía en detectar y distinguir las llamadas de las ballenas y enviar paquetes a tiempo real de la información vía satélite a Cornell.
Pero el proyecto potencialmente innovador, alcanzó de inmediato un obstáculo. El hidrófono podía escuchar las llamadas para el avistamiento, pero estos hidrófonos colgados en una línea de boyas, "eran muy ruidosos", dijo John Kemp, director de operaciones del grupo de campo de Ingeniería de apoyo en el mar del WHOI, durante las pruebas con los amarres. "A medida que la boya se movía, subiendo y bajando, también lo hacía la línea de atraque, y lo mismo hicieron los hidrófonos. Era como poner un micrófono en la cola de una cometa arrastrada desde la ventana de un coche en movimiento", los sonidos del agua y el viento eran los que se escuchaban, en lugar de las llamadas de las ballenas.
"Teníamos que encontrar una manera de construir una "boya silenciosa", dijo Clark.
¿Cuál fue la solución a este problema del ruido? Lo averiguaremos en el próximo capítulo...