Los depredadores de afilados dientes son feroces, pero muy hogareños
Los dragones de Komodo (Varanus komodoensis) viven en un puñado de islas en Indonesia, pero su reputación se ha extendido por todas partes. Alcanzando longitudes de hasta 3 metros, los lagartos de afilados dientes cazan ciervos en manadas e incluso en ocasiones han atacado a humanos. Pero en realidad, son auténticos hogareños, según un estudio publicado el miércoles en Proceedings of the Royal Society B.
Una década de observaciones en 10 sitios de cuatro islas ha revelado que los dragones nunca abandonan el valle donde nacieron. No es que no puedan. Si es necesario, son capaces de viajar muchas millas y atravesar un terreno accidentado. Simplemente no parecen necesitarlo.
Muchas especies de islas, como sucede, muestran una marcada tendencia a permanecer cerca de casa. Se experimenta un poco como una paradoja: Sus antepasados pueden haber llegado a esa isla a través de una gran hazaña de supervivencia o exploración, pero la generación actual prefiere comodidades familiares.
"Una vez que colonizan una isla, a pesar de estas increíbles hazañas de dispersión a larga distancia, deciden '¡Ya basta!'", dice Tim Jessop, profesor de ecología en la Universidad Deakins en Australia, quien dirigió el estudio.
Las causas de este comportamiento pueden diferir dependiendo de la especie y la situación. Pero es desconcertante: si los animales permanecen en un lugar durante muchas generaciones corren el riesgo de sufrir endogamia, enfrentar la escasez de recursos y otros peligros que el traslado a otro lugar podría permitirles evitar.
¿El problema es que los dragones de Komodo no son navegadores seguros? En el transcurso del estudio, los investigadores alejaron a siete dragones adultos de su territorio de origen. Algunos fueron transportados a más de 13.7 millas de distancia en las mismas islas, mientras que otros fueron transportados a otra isla a través de un tobogán de agua de una milla de ancho.
En cuatro meses, los dragones de Komodo trasplantados por tierra volvieron a aparecer en casa, claramente capaces de hacer un viaje. Los dragones de la nueva isla, mucho más cerca de donde empezaron y capaces de nadar hacia atrás, se quedaron quietos. Aparentemente, nadar en casa simplemente no parecía merecer la pena.
Una explicación para este sedentario comportamiento, propuso el Dr. Jessop, es que una vez que estés aislado en una isla, cualquier error podría ser extremadamente costoso. Tener un continente entero para moverse, con un paisaje que cambia de manera relativamente lenta, haría que la exploración sea menos riesgosa.
Pero un dragón de Komodo que se muda a una nueva isla o un nuevo valle de la isla puede encontrar que no tiene suerte si, por ejemplo, no puede aparearse con ninguno de los lugareños que encuentra en su nuevo hogar. También puede haber beneficios de supervivencia al estar íntimamente familiarizado con el entorno, como saber exactamente dónde encontrar la presa.
Dicho esto, los datos de ADN indican que las poblaciones de dragones muestran signos de endogamia, y son vulnerables a la escasez local de alimentos y desastres naturales.
"Se quedan quietos casi sin importar lo mal que se ponga", dijo el Dr. Jessop. "Es un poco desconcertante".
Y sin embargo, los dragones de Komodo tienen sus formas de hacer que esta vida funcione.
"Son animales extravagantes", continuó el Dr. Jessop, señalando que los jóvenes tienen la costumbre de trepar a los árboles para escapar del canibalismo de sus mayores. Pueden parecer depredadores despiadados de alto nivel, pero sus objetivos como criaturas de las islas son considerablemente más modestos de lo que puedas imaginar. Realmente lo que están tratando de hacer", dijo el Dr. Jessop, "no es mover el barco".
Artículo científico: Exploring mechanisms and origins of reduced dispersal in island Komodo dragons