Frente a las costas de la Antártida durante la búsqueda del barco perdido de Shackleton
En una remota zona del mar de Weddell occidental, en la Antártida, un área que antes permanecía oculta bajo una plataforma de hielo de 200 metros de espesor, los científicos han descubierto un nuevo e inusual fenómeno: extensas zonas de anidación de peces dispuestas en patrones.
Cuando en 2017 el iceberg A68, de 5.800 kilómetros cuadrados, se desprendió de la plataforma de hielo Larsen C, abrió nuevas vías de investigación. Un vehículo operado remotamente (ROV) que exploraba el fondo marino descubrió más de 1.000 nidos circulares, cada uno libre de la capa de detritos de plancton que cubría las zonas circundantes.
Estos nidos no estaban dispersos al azar, sino que estaban organizados en patrones definidos, formando en el fondo marino un vasto vecindario geométrico de peces.
Las pequeñas hendiduras en la arena son los nidos de peces ya limpios. Cada nido habría sido custodiado por un pez progenitor, protegiendo sus huevos de los depredadores. Se cree que esta singular organización es una estrategia de supervivencia. Algunos ejemplares son solitarios (abajo a la derecha), otros forman curvas (arriba en el centro) y otros se agrupan (arriba a la izquierda). Todos han sido despejados de la capa de detritos de fitoplancton que cubre las áreas circundantes, como se aprecia claramente en la imagen superior central de la imagen de abajo.
Imagen: Nidos del bacalao de aleta amarilla (Lindbergichthys nudifrons). Crédito: Expedición al Mar de Weddell 2019
La expedición
La Expedición al Mar de Weddell de 2019 tuvo dos objetivos: llevar a cabo un programa científico interdisciplinario en las aguas que rodean la plataforma de hielo Larsen C y localizar, estudiar y fotografiar los restos del barco de Sir Ernest Shackleton, el Endurance, que se hundió en 1915. La motivación científica radicaba en la importancia crucial de las plataformas de hielo flotantes de la Antártida.
Estas plataformas de hielo desempeñan un papel crucial a nivel global, al sostener y contener el flujo de hielo proveniente del vasto interior de la capa de hielo antártica. Cuando las plataformas de hielo se adelgazan o colapsan, esta contención desaparece, lo que acelera el flujo de hielo desde el continente y, a su vez, contribuye a la subida global del nivel del mar. La expedición fue particularmente oportuna, tras el desprendimiento del iceberg A68.
Ese desprendimiento de icebergs brindó una oportunidad única para estudiar una región que experimentaba un rápido cambio ambiental, específicamente la primera oportunidad de estudiar áreas del lecho marino previamente inaccesibles que alguna vez estuvieron debajo del A68.
Equipado con vehículos submarinos autónomos (AUV) y un vehículo submarino operado remotamente (ROV) a bordo del buque de investigación polar sudafricano SA Agulhas II, el equipo se enfrentó a las mismas condiciones extremas de hielo marino que habían aplastado al buque Endurance más de un siglo antes.
La inmensa presión de la espesa capa de hielo acumulado durante varios años frustró el esfuerzo de búsqueda del Endurance en 2019. Aunque esta expedición no localizó los restos del naufragio, la invaluable experiencia adquirida al navegar por el traicionero hielo y desplegar tecnología sumergible ayudó en la planificación y ejecución de la posterior expedición Endurance22 en el mismo barco, que localizó con éxito los restos notablemente bien conservados en marzo de 2022 a 3.008 metros bajo el nivel del mar.
Una historia de supervivencia
Los arquitectos de estos nidos son una especie de bacalao de roca conocida como notie de aleta amarilla (Lindbergichthys nudifrons). Cada nido habría sido custodiado por un pez adulto, protegiendo sus huevos de los depredadores. Se cree que esta singular organización es una estrategia de supervivencia. Los densos grupos demuestran la teoría del "grupo egoísta" en acción: los individuos en el centro del grupo obtienen protección, resguardados por sus vecinos.
Se cree que los solitarios nidos en las afueras están ocupados por individuos más grandes y fuertes, mejor capacitados para defenderlos. Toda la comunidad se caracteriza por una interacción dinámica entre la cooperación y la supervivencia.
"En realidad, en aquel momento no estábamos seguros de qué mostraban los vídeos", dice Russ Connelly, de la Universidad de Essex en Colchester, Inglaterra. "Pensamos que tal vez era el hocico de una foca de Weddell que se hundía y golpeaba el fondo marino, o que eran marcas de piedras que caían del hielo y formaban cráteres".
¿Por qué es importante este descubrimiento?
Este hallazgo es más que una observación científica; tiene implicaciones cruciales para la conservación. Proporciona evidencia de que esta área alberga un ecosistema marino vulnerable, un hábitat único y frágil, fundamental para la biodiversidad. Es importante destacar que se basa en trabajos previos en el mar de Weddell, como los de Autun Purser y otros, quienes descubrieron una de las mayores colonias de cría de peces antárticos conocidas en el planeta.
Estos descubrimientos son vitales para respaldar la designación formal del Mar de Weddell como Área Marina Protegida. Proteger esta área significa salvaguardar no solo a los emblemáticos pingüinos y focas, sino también a estas zonas de cría ocultas que forman parte de la red alimentaria antártica. Estos entornos submarinos son un poderoso recordatorio de que incluso en los lugares más extremos del planeta, la vida encuentra la manera de construir complejas y resilientes comunidades.
El descubrimiento se ha publicado en Frontiers in Marine Science: A Finding of Maintained Cryonotothenioid Nesting Sites in the Western Weddell Sea












