
La piel de tiburón es la envidia de los ingenieros que intentan maximizar la hidrodinámica
Pocas personas se han acercado lo suficiente a un tiburón para acariciarlo. Si pudieras pasar la mano desde la cabeza de un tiburón hasta su cola, no es que debas hacerlo, la sentirías suave, casi como gamuza. Invierte la dirección y es áspera como papel de lija.
Vista bajo un microscopio, la piel de tiburón está compuesta de draconianas escamas acanaladas superpuestas como tejas en un techo. Estas estructuras, llamadas dentículos dérmicos, se parecen más a los dientes que a la piel.