Increíbles fotos muestran la relación entre pescadores y tiburones ballena
Es una noche perfecta para pescar. Brillantes olas de tinta negra recorren suavemente la plataforma flotante de los pescadores (a la que llaman bagan). Las brillantes luces eléctricas atadas a los lados de la estructura hacen que la plataforma se parezca más a un barco de fiesta nocturna que a un buque pesquero. Como el resplandor artificial ilumina el agua oscura del océano, atrapa innumerables destellos de plata brillando en las profundidades.
Un pescador mira hacia abajo al banco de peces que se agolpa bajo la plataforma, atraídos por la luz. El lance de esta noche será bueno, piensa, gracias a su amuleto de la suerte. En el borde del destello de luz, una sombra se mueve hacia la plataforma. Una boca cavernosa con pálidos labios, aparentemente lo suficientemente grande como para engullir un pequeño coche, se abre. Aparece un talismán vivo.
El pez más grande y posiblemente más magnífico del mar puede alcanzar unos asombrosos 12 metros de longitud y mover la balanza hasta 18 toneladas métricas. A pesar de sus colosales proporciones y la relativa facilidad con la que se puede observar cuando se reúne en grandes agrupaciones de cría, los científicos saben sorprendentemente poco acerca de esta espectacular criatura.
El tiburón ballena (Rhincodon typus) es de hecho un pez, no una ballena: respira a través de branquias, es de sangre fría y posee un esqueleto de cartílago. La parte de "ballena" de su nombre común es una referencia al inmenso tamaño y modo de alimentación del animal, en lugar de cualquier relación cercana con los mamíferos marinos.
Mientras que estos gigantescos comensales podrían tragar presas mucho más grandes, comen sobre todo minucioso plancton así como los pequeños peces y calamares que se cruzan en su trayectoria. Los tiburones tamizan estos organismos del océano de la misma manera que lo hacen las ballenas, nadando cerca de la superficie, succionando enormes bocanadas de agua y los preciosos nutrientes que contiene. Curiosamente, los tiburones ballena tienen más de 3.000 dientes diminutos, alineados en bandas que parecen filas de áspero metal, dentro de sus mandíbulas impresionantemente anchas, pero la evolución ha abandonado desde hace mucho tiempo cualquier función a la que los dientes sirvieron una vez.
A diferencia de los mamíferos que respiran con aire, los tiburones ballena pueden permanecer bajo la superficie y desaparecer de la vista indefinidamente. Su inclinación por los viajes oceánicos de larga distancia, a menudo a gran profundidad, los hace increíblemente difíciles de encontrar, y de estudiar. Como resultado, los científicos saben muy poco sobre la más básica historia de vida de la especie.
Se estima que los tiburones ballena maduran alrededor de los 30 años de edad y pueden vivir más de cien años. Pero nunca se han visto apareamientos, ni se han identificado sus lugares de parto. Con tan poca información, es difícil saber qué áreas del océano son más críticas para la longevidad de la especie y por lo tanto cuáles deberían ser las prioridades de conservación.
El Triángulo de Coral, que alberga más de las tres cuartas partes de las especies de coral del mundo y más de mil especies de peces es, en términos de biodiversidad, el equivalente subacuático de la selva amazónica. Abarca un área de la mitad del tamaño de los Estados Unidos y sus cálidas aguas y ricas en nutrientes albergan más especies marinas que cualquier otro lugar del planeta.
En la esquina sureste del triángulo, frente a las provincias de Papua y Papúa Occidental, se encuentra la bahía de Cenderawasih. Con un poco más de 14.000 kilómetros cuadrados (5.400 millas cuadradas), este es el parque nacional más grande de Indonesia - y la ubicación de una de las concentraciones más espectaculares de tiburones ballena del mundo.
Aquí, en este antiguo mar, se ha desarrollado una extraordinaria relación entre los pescadores locales y una población de curiosos y oportunistas tiburones ballena.
Tradicionalmente, los pescadores locales han considerado la especie con gran respeto. Ellos creen que estos gentiles gigantes traen buena suerte y, por lo tanto, han arrojado durante décadas a los tiburones los restos de peces con la esperanza de mantener cerca a los gigantes - y la buena suerte que traen.
En los últimos años, con el crecimiento del turismo marino, esta relación ha desarrollado una nueva y potencialmente gratificante faceta - que beneficia tanto a los pescadores como a los tiburones ballena.