El entorno del subsuelo del Mar Muerto constituye uno de los ecosistemas más extremos del planeta
En su salada superficie, el Mar Muerto es famoso por hacer que relajados turistas floten como pelotas de playa. Sin embargo, cientos de pies debajo del agua, la vida es un poco menos divertida.
Allí, asfixiados por algunas de las aguas más saladas de la Tierra, microorganismos unicelulares llamados arqueas luchan para llevar a cabo las funciones básicas de la vida sin oxígeno, formas ligeras o frescas de sustento. Según un nuevo estudio publicado el 22 de marzo en la revista Geology, la supervivencia de la vida microbiana debajo del Mar Muerto puede incluso haber dependido de comer a los muertos.
En su estudio, investigadores de Suiza y Francia analizaron largos núcleos de sedimentos extraídos del centro del Mar Muerto, y encontraron evidencia de que la antigua vida microbiana acumuló la energía que necesitaba para sobrevivir al engullir trozos de vecinos muertos que no podían hacer frente a las duras condiciones.
Según los investigadores, estos resultados abren una ventana a la misteriosa biosfera profunda de la Tierra, el mundo subterráneo entre la superficie de la Tierra y su núcleo, donde potencialmente millones de especies microbianas no descubiertas prosperan en condiciones improbablemente extremas.
"El entorno del subsuelo del Mar Muerto constituye uno de los ecosistemas más extremos del planeta", escribieron los autores en su artículo. "Al estudiar un entorno que lleva la vida a sus límites, vislumbramos los procesos que alimentan la vida en el subsuelo profundo".
Muerte en el agua
El Mar Muerto (que no es realmente un mar, sino un lago salado que se extiende a lo largo de las fronteras de Israel, Jordania y Palestina) comienza a unos 1.400 metros pies (430 metros) por debajo del nivel del mar, lo que lo convierte en el lugar más bajo en tierra. El lago es también uno de los más salados: sus aguas son casi 10 veces más saladas que los océanos del mundo, lo que proporciona a las arqueas muy amantes de la sal una buena oportunidad para sobrevivir.
Para comprender mejor la historia microbiana de este ecosistema extremo, los autores del estudio investigaron antiguas muestras de sedimentos enterradas hasta 800 pies (245 m) bajo de la superficie del lago. Dentro de estas rebanadas profundas de barro, el equipo encontró rastros de vida microbiana muerta.
En las capas más saladas de la parte inferior del lago, el equipo encontró muchos compuestos microbianos llamados ésteres de cera, un tipo de molécula de almacenamiento de energía que los organismos más pequeños del mundo pueden crear cuando su supervivencia se lleva al límite. Piensa en ello como en un pequeño refrigerador de carbono pero, para encenderlo, un organismo necesita engullir algunos de los trozos de grasa que dejan los microbios muertos que no pueden sobrevivir a sus duros hábitats.
Se sabe que las bacterias han convertido antes fragmentos de sus vecinos muertos en ésteres de cera, pero las arqueas no parecen tener esta habilidad, escribieron los autores. Entonces, concluyó el equipo, las esteras de cera que se encuentran muy por debajo del Mar Muerto probablemente provienen de bacterias que no tienen más remedio que alimentarse de los cadáveres de las arqueas muertas para sobrevivir en su entorno súper salado.
Esto es sorprendente, ya que antes se pensaba que las bacterias eran incapaces de adaptarse al ecosistema extremo del lago. Sin embargo, al "reciclar" fragmentos de microbios mejor adaptados, esa supervivencia pudo haber sido posible en el pasado, escribieron los autores. Esto puede no solo ser cierto para el ecosistema del Mar Muerto, sino que también podría aplicarse a otros duros entornos dispersos en la vasta biosfera subterránea del planeta.
"Nuestros resultados ilustran la alta adaptabilidad de la biosfera del subsuelo y su capacidad para utilizar diversas estrategias para la producción y conservación de energía en condiciones adversas", concluyeron los autores.
En otras palabras, el Mar Muerto podría no estar tan muerto como pensabas.
Artículo científico: Recycling of archaeal biomass as a new strategy for extreme life in Dead Sea deep sediments