El polvo depositado en el océano Antártico, clave para el clima desde hace más de un millón de años
El polvo tiene el potencial para modificar el clima mundial, influyendo en el balance radiativo de la atmósfera, y el suministro de hierro y otros micronutrientes esenciales
Un grupo de científicos liderado por investigadores de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y el Instituto Federal Suizo de Tecnología (ETH Zurich) ha cuantificado el polvo y los flujos de hierro depositados en el Océano Antártico durante los últimos 4 millones de años. El estudio de investigación publicado en Nature pone en evidencia la estrecha relación entre las cuotas máximas de polvo de este océano y los cambios climáticos que ocurrieron en los períodos de glaciación más intensos de la época del Pleistoceno, unos 1,25 millones de años atrás. Estos datos confirman el papel del hierro en el aumento de los niveles de fitoplancton durante los períodos glaciares, intensificando la función de este océano como sumidero de CO2.El polvo -formad0 por partículas diversas procedentes del suelo, vegetación, etc.- influye en el clima alterando el equilibrio energético de la atmósfera y aporta hierro y otros micronutrientes esenciales para los organismos marinos. Los científicos habían sugerido que los flujos de polvo depositados por los vientos en el Océano Antártico se habrían incrementado durante las glaciaciones y que la fertilización por hierro habría estimulado la productividad marina, contribuyendo significativamente a la reducción de CO2 que se produjo en el atmósfera durante las últimas glaciaciones del Pleistoceno (últimos 800.000 años). Pero su magnitud y papel en la evolución del sistema climático no se habían concretado.
Los registros del período estudiado en este trabajo -el más largo y detallado del océano austral hasta ahora- revelan un aumento brusco de los depósitos de polvo y hierro durante la Transición Climática del Pleistoceno Medio -hace 1.250.000 años-, en el que se triplicó su volumen. Esta Transición marcó un cambio global del clima, con el inicio de profundos períodos glaciales de 100.000 años, en contraste con la intensificación gradual con que se sucedieron los ciclos glaciales durante los tres millones de años anteriores, con periodos glaciales de 41.000 años.
Los resultados muestran por primera vez la estrecha conexión que existe entre los niveles más altos de polvo depositados en el Antártico y las bajas concentraciones de CO2 atmosférico, que dieron lugar al surgimiento de las profundas glaciaciones que caracterizan la historia reciente de la Tierra. El estudio indica que el polvo, muy probablemente, jugó un papel clave como fertilizante de las algas microscópicas del océano austral, acentuando su papel como sumidero de CO2. Estos microorganismos crecen incorporando CO2 de la atmósfera y, al morir, se hunden tranferir el carbono en el fondo del océano.
Para Antoni Rosell Mele, investigador ICREA del Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales de la UAB, y Alfredo Martínez García, actualmente investigador del EHT Zürich y doctor por la UAB, el estudio realizado aporta nuevas pistas sobre las causas que originaron las glaciaciones más intensas del Pleistoceno, en concreto por la interacción del polvo con la biología oceánica para influir en el CO2 y el clima, y permite entender cómo cambios futuros en la circulación atmosférica y la biología superficial de los océanos pueden hacer que el océano Antártico cambie su eficiencia en la captura y eliminación de dióxido de carbono de la atmósfera.
De hecho , hay iniciativas para fertilizar el océano austral con hierro para reproducir el proceso natural observado durante las glaciaciones y reducir las concentraciones actuales de CO2 en la atmósfera. Es una cuestión que ha generado mucha controversia. "Aunque nuestros datos indican que este proceso ha funcionado de forma natural durante los períodos glaciales, hay que tener en cuenta que la circulación oceánica era completamente diferente al actual, haciendo más eficiente el papel de la fertilización con hierro a la hora de secuestrar carbono de la atmósfera. Además, existen numerosas incógnitas sobre el impacto que una adición artificial de hierro a gran escala podría tener sobre los ecosistemas marinos, por lo que su aplicación comercial sigue siendo de momento inviable", concluyen los investigadores. En el estudio han participado también investigadores de las universidades de Edimburgo y de Princeton.
Artículo científico: Southern Ocean dust–climate coupling over the past four million years
Enlace: Universitat Autònoma de Barcelona
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