Contra el cambio climático: clarar las nubes mediante inyecciones de agua de mar vaporizada
Situaciones desesperadas requieren medidas desesperadas. Con el ártico derritiéndose a marchas forzadas y los gobiernos mundiales fallando estrepitosamente en controlar las emisiones de CO2, algunos investigadores de prestigio insisten en que hace falta tener estudiado un plan de respuesta por si se produjera una emergencia climática.
Estos científicos están pidiendo que se investigue a fondo un campo muy controvertido: la geoingeniería o alteración de las propiedades del planeta para contrarrestar los efectos del cambio climático.
A primera vista, las propuestas de geoingeniería son de lo más rocambolescas: desde poner en órbita multitud de espejos para que reflejen parte de la luz solar hasta simular una explosión volcánica para enfriar la Tierra. También secuestrar CO2 y almacenarlo en depósitos subterráneos, en acuíferos o bajo el mar (tenemos un artículo en preparación).
O la fertilización del océano: se trataría de añadir hierro al océano para estimular el crecimiento de fitoplacton, diminutas plantas marinas que realizan la fotosíntesis y absorben CO2 de la atmósfera. Los críticos a esta técnica afirman que el crecimiento rápido de algas podría afectar los ecosistemas marinos. Además, no está comprobado que la retención de CO2 sea permanente (Tenemos un artículo en preparación).
Otra de ellos es aclarar las nubes mediante inyecciones de agua de mar vaporizada. La sal interaccionaría con las gotas de agua de las nubes, haciéndolas más pequeñas y reflectantes, con lo que se conseguiría que llegara menos luz solar a la superficie de los océanos. Este efecto se daría a nivel local, y sería reversible en pocos días.
Pero ninguno de estos proyectos de geoingeniería propuesto hasta la fecha es, ni de lejos, perfecto. Los diferentes modelos climáticos que se utilizan para estudiar cómo evolucionaría el clima si se pusiera en marcha alguna de las alteraciones de geoingeniería predicen que se podrían producir varios tipos de efectos colaterales negativos: desde cambios en el patrón de lluvias mundial hasta daños en la capa de ozono. Además, como ningún modelo climático puede tener en cuenta todas las variables que entrarían en juego, también se podría dar cualquier otro tipo de consecuencias medioambientales imprevistas.
De querer emplearse, uno de los desafíos de la geingeniería sería conseguir que la comunidad internacional se pusiera de acuerdo sobre cómo llevarla a cabo. Y esta coordinación entre países nunca resulta fácil. David Victor, un experto en derecho de la Universidad de Stanford especializado en políticas energéticas, señala que los países desarrollados han fracasado en el cumplimiento del control de emisiones marcado por el Protocolo de Kyoto, y se pregunta si sería más fácil coordinar un proyecto de geoingeniería a nivel mundial.