Nuestros mares están en grave peligro

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Es tiempo de evitar males mayores si cuidamos ahora los océanos

Si no se ataja el actual deterioro de las condiciones químicas oceánicas, el daño a los ecosistemas marinos podrá ser de gran severidad

proyecto phd acidificación del océanoLas aguas oceánicas cubren unas tres cuartas partes de la superficie del globo terráqueo; en ellas se encuentran contenidas las nueve décimas partes de los recursos hídricos y la mayoría de los seres vivos del planeta. Los océanos han sido y son esenciales para la vida y de hecho son parte sustancial de nuestra biosfera, influyen en nuestro clima y sus condiciones inciden en nuestra salud y nuestro bienestar.

Según explica la declaración emitida el pasado primero de junio por 70 academias de ciencias de todo el mundo, entre ellas la de Cuba, el rápido incremento de las emisiones de dióxido de carbono (CO2) a partir de la Revolución Industrial en el siglo XIX ha implicado un aumento de la acidez de los océanos que pudiera llegar a tener profundas consecuencias sobre las plantas y animales marinos, de manera especial los que necesitan del carbonato de calcio para crecer y sobrevivir, así como para otras especies que dependen de estos para su alimentación.

El grado de acidez al que han llegado las aguas marinas en los últimos 200 años es probablemente el mayor experimentado en cientos de miles de años y, lo que resulta aún más crítico, se incrementa a una tasa 100 veces mayor que en ningún momento anterior.

Esta situación se encuentra en relación directa con el hecho de que las actividades humanas, especialmente las industriales, han provocado un incremento desmesurado del CO2 atmosférico. Parte de ese aporte ha permanecido en la atmósfera, donde constituye una de las causas principales del aumento del efecto invernadero, mientras que otra parte se ha fijado por las plantas terrestres; el resto, en tanto, ha sido absorbido por los océanos.

De acuerdo con datos científicos confiables, la concentración atmosférica de CO2 es actualmente la más alta experimentada por la Tierra en al menos los últimos 800 mil años, y muy probablemente en los últimos 25 millones de años, lo cual ha conducido y conducirá a un aumento significativo de la temperatura de la atmósfera y los océanos en las próximas décadas. A su vez, el océano ha absorbido cerca de 430 mil millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2) atmosférico, lo que representa algo así como la tercera parte de las emisiones de CO2 producidas por el hombre.

ciclo del carbono, gráfico de GreenpeaceEn el medio marino se realiza la mayor parte del comercio internacional y casi un 30 por ciento de la extracción de petróleo. El valor de las pesquerías mundiales se calcula en unos 50 mil millones de dólares y su volumen en cerca de 90 millones de toneladas. En el sector pesquero y la acuicultura encuentran empleo unos 36 millones de personas, que perderán sus trabajos de continuar agravándose la situación actual.

En los últimos 10 años, el organismo especializado de Naciones Unidas ha venido alertando sobre las que se calificaron como mayores amenazas para los océanos del mundo: la contaminación procedente de actividades terrestres; la excesiva explotación de los recursos marinos vivos y la alteración o destrucción de los hábitat marinos.

Ahora se suma a ese complejo cuadro este nuevo factor, cuyo alcance y consecuencias han venido a percibirse con total claridad solo en los últimos años: el de la creciente acidificación relativa de las aguas oceánicas.

La absorción natural de CO2 por los océanos mundiales contribuye a mitigar los efectos adversos sobre el clima que originan las emisiones antropogénicas de ese gas de invernadero, pero los daños producidos a los ecosistemas marinos por la acidificación representan un precio demasiado alto para aceptarlo pasivamente y sobre ello han venido alertando los científicos.

Hace apenas cuatro años una prestigiosa institución, la Real Sociedad de Londres (la academia de ciencias británica) publicó una revisión exhaustiva acerca de la acidificación de los océanos y de sus consecuencias potenciales, si bien el término de "acidificación oceánica" había sido utilizado ya por Caldeira y Wickett dos años atrás.

almacenamiento anual de carbono por el océano
Fuente: NOAA Earth System Research Laboratory, 2007

Al decir de la Declaración suscrita ahora por las academias, un asunto crucial es que si bien es posible predecir de manera bastante exacta el modo en que pueden transcurrir los cambios químicos en el océano, eso no ocurre igual con los impactos que esos cambios pueden inducir, sobre los cuales es muy poco todavía lo que sabemos con certeza.

En cualquier caso, se dispone de una creciente evidencia acerca de una variada gama de efectos biológicos y procesos biogeoquímicos marinos que tienen que ver con el ciclo del carbono. En ese sentido, se han constatado ya impactos atribuibles a esta causa tanto en regiones polares como en zonas tropicales.

En términos prácticos, es preciso percibir que si bien la acidificación oceánica es un fenómeno de escala global, los cambios en la química de los mares se presentarán de un modo diferente en una u otra región, de modo que algunas serán más rápidamente afectadas que otras. Por ejemplo, se estima que el incremento en acidez se hará patente con mayor rapidez en la zona del Mar de Behring y del Pacífico Oriental. Pero también en mares tropicales como los que circundan la extensa y famosa Gran Barrera de Coral, situada entre Australia y Nueva Guinea, se producirán efectos adversos tales como el descenso en la concentración de iones carbonato que son imprescindibles para la estructuración de los arrecifes coralinos.

blanqueo de la gran barrera de coral del Pacífico
De acuerdo con modelaciones realizadas en los últimos años, en la época precedente a la Revolución Industrial casi todas las áreas tropicales y sub-tropicales de arrecifes coralinos estaban rodeadas por aguas con una composición favorable al crecimiento de los corales. Por el contrario, se teme que si la concentración atmosférica de CO2 llega a estabilizarse en 450 ppm (partes por millón) solo una pequeña fracción, del orden del ocho por ciento, de los arrecifes tropicales y subtropicales quedarían circundados por aguas favorables a su crecimiento.

En el caso temible de que dicha concentración alcanzara las 550 ppm bien pudiera tener lugar una disolución masiva de los arrecifes de coral a escala mundial. Para los corales de aguas frías la perspectiva no es mucho más halagüeña: al ritmo que van las cosas, hacia el año 2110 un 70 por ciento de los mismos pudieran estar rodeados de aguas desfavorables a su desarrollo.

Es bien cierto que como consecuencia de los cambios en las condiciones de los océanos algunos organismos vivos podrían salir beneficiados, pero para la mayoría de las especies esto no es así, pues las mismas crecen y se desarrollan en las condiciones actuales como resultado de un largo periodo de adaptación. En consecuencia es de temer que, si no se ataja el actual deterioro de las condiciones químicas oceánicas, el daño a los ecosistemas marinos podrá ser de gran severidad.

Al pensar en posibles formas de mitigación, la posibilidad de corregir o atenuar el incremento en acidez mediante la adición masiva de sustancias químicas a los océanos parece sumamente improbable, debido a sus elevados costos y a que es difícil predecir si tales sustancias no tendrán a su vez otros efectos adversos para el entorno marino.

La única alternativa plausible, para minimizar en lo posible cambios aún de mayor envergadura y por plazos todavía más largos en la composición de los océanos, es la de frenar el incremento de las concentraciones atmosféricas de CO2 mediante la reducción drástica de las emisiones de dicho gas provenientes de las actividades humanas. Así lo aprecian las academias de ciencias de todos los continentes, que reclaman de los gobernantes medidas eficaces para lograr la reducción de las emisiones de CO2, hacia el año 2050, en no menos de un 50 por ciento con respecto a los volúmenes emitidos en 1990 y seguir logrando después reducciones adicionales.

Para diciembre de este mismo año 2009 está convocada una nueva Conferencia de las Partes de la Convención de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, destinada a buscar un acuerdo que consiga alcanzar esas necesarias reducciones.

Una reciente reunión preparatoria de la misma, la de órganos subsidiarios de dicha Convención, ha tenido lugar el mes de junio con resultados —si así pudieran llamarse— poco esperanzadores. Al decir de informaciones disponibles, uno de los puntos de divergencia es, precisamente, la apreciación del grupo de países desarrollados que los lleva a plantear concentraciones de CO2 del orden de los 450 ppm para el año 2020, en tanto los países en desarrollo vienen demandando concentraciones máximas inferiores a 350 ppm en ese mismo plazo —lo cual mantendría la variación de la temperatura global por debajo de 1,5 grados centígrados— y para ello arguyen con sobradas razones que los mayores impactos del Cambio Climático se sentirán en los paises en desarrollo.

El tiempo dirá si prevalece en este crucial asunto la arrogancia y la codicia de los poderosos o se abren paso la cordura y la racionalidad en el ordenamiento socioeconómico mundial. A todas luces, esto último es imprescindible si han de salvarse los océanos y con ellos la Humanidad.

Enlace: EPOCA (European Project on OCean Acidification)

Fuente: CMKO Radio Angulo , Holguín, Cuba. - Ismael Clark Arxer

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