Los principales contaminantes presentes eran productos químicos eternos
Con un pie apoyado en la plataforma de aterrizaje del helicóptero, un veterinario levantó su rifle de aire comprimido, apuntó y disparó un dardo tranquilizante a un oso polar.
El depredador salió disparado, pero pronto se desplomó sobre los bancos de nieve, con su ancha figura inmóvil bajo el cielo ártico.
La dramática búsqueda formó parte de una pionera misión de investigación en el archipiélago Svalbard de Noruega, donde los científicos, por primera vez, tomaron biopsias de tejido graso de osos polares para estudiar el impacto de los contaminantes en su salud.
La expedición se realiza en un momento en el que la región del Ártico se está calentando a un ritmo cuatro veces superior al promedio mundial, lo que ejerce una presión cada vez mayor sobre los emblemáticos depredadores a medida que se reduce su hábitat de hielo marino.
"La idea es mostrar con la mayor precisión posible cómo viven los osos en estado salvaje, pero en un laboratorio", explica a la AFP Laura Pirard, toxicóloga belga.
"Para ello, tomamos su tejido (graso), lo cortamos en rodajas muy finas y lo exponemos a las tensiones a las que se enfrentan, es decir, a los contaminantes y a las hormonas del estrés", explicó Pirard, quien desarrolló el método.
Momentos después de que el oso se desplomara, el helicóptero dio la vuelta y aterrizó. Los investigadores salieron rápidamente, con sus botas crujiendo sobre la nieve. Uno se arrodilló junto al flanco del oso, cortando finas tiras de tejido graso. Otro le extrajo sangre. Cada muestra fue sellada y etiquetada antes de colocarle al oso un collar satelital.
Los científicos dijeron que, si bien el estudio monitorea a todos los osos, solo las hembras fueron rastreadas con collares GPS debido a que sus cuellos son más pequeños que sus cabezas, a diferencia de los machos, que no pueden mantener un collar puesto por más de unos minutos.
Imagen: Heli Routti (izq.) y Laura Pirard estudiando muestras de grasa de oso polar
Laboratorio ártico
Para los científicos a bordo del buque de investigación Kronprins Haakon del Instituto Polar Noruego, estos fugaces encuentros fueron la culminación de meses de planificación y décadas de trabajo de campo en el Ártico.
En un improvisado laboratorio a bordo del rompehielos, las muestras permanecieron utilizables durante varios días, sometidas a dosis controladas de contaminantes y hormonas, antes de ser congeladas para su posterior análisis en tierra.
Cada fragmento de tejido proporcionó a Pirard y sus colegas información sobre la salud de un animal que pasó gran parte de su vida en el hielo marino.
El análisis de las muestras de grasa mostró que los principales contaminantes presentes eran sustancias perfluoroalquiladas y polifluoroalquiladas (PFAS), productos químicos sintéticos utilizados en la industria y en bienes de consumo que permanecen en el medio ambiente durante décadas.
Imagen: Midiendo un oso polar macho en el este de Svalbard.
A pesar de los años de exposición, los osos polares de Svalbard no mostraron signos de emaciación o mala salud, según el equipo.
La población local se ha mantenido estable o incluso ha aumentado ligeramente, a diferencia de algunas partes de Canadá, donde el grupo de la Bahía de Hudson occidental disminuyó un 27% entre 2016 y 2021, de 842 a 618 osos, según un estudio aéreo del gobierno.
Otras poblaciones del Ártico canadiense, incluida la del sur del mar de Beaufort, también han mostrado descensos a largo plazo relacionados con un menor acceso a las presas y temporadas más prolongadas sin hielo.
Los científicos estiman que hay alrededor de 300 osos polares en el archipiélago de Svalbard y aproximadamente 2.000 en la región más amplia que se extiende desde el Polo Norte hasta el Mar de Barents.
El equipo no encontró una relación directa entre la pérdida de hielo marino y mayores concentraciones de contaminantes en los osos de Svalbard. En cambio, las diferencias en los niveles de contaminantes se debían a la dieta de los osos.
Hay dos tipos de osos, los sedentarios y los pelágicos, que se alimentan de diferentes presas, lo que produce la acumulación de distintas sustancias químicas en sus cuerpos.
Imagen: El rompehielos Kronprins Haakon en el este de Svalbard.
Cambios en la dieta
Con la reducción del hielo marino, la dieta de los osos ya ha comenzado a cambiar, según los investigadores. Estas adaptaciones conductuales parecen haber contribuido a mantener la salud de la población.
"Siguen cazando focas, pero también capturan renos y huevos. Incluso comen hierba (algas), aunque no les aporte energía", explicó a la AFP Jon Aars, responsable del programa de osos polares de Svalbard.
"Si tienen muy poco hielo marino, necesariamente necesitan estar en tierra", dijo, añadiendo que pasan "mucho más tiempo en tierra que antes... hace 20 o 30 años".
Sólo en esta temporada, Aars y su equipo de toxicólogos marinos y expertos en comportamiento espacial capturaron 53 osos, colocaron 17 collares satelitales y rastrearon a 10 madres con cachorros o crías de un año.
"Tuvimos una buena temporada", dijo Aars.
Las innovaciones del equipo van más allá de las biopsias. El año pasado, colocaron pequeños cilindros de registro de salud a cinco hembras, registrando su pulso y temperatura.
Imagen: Un oso polar macho caminando sobre el hielo marino en Svalbard.
Combinados con datos GPS, los dispositivos ofrecen un registro detallado de cómo deambulan los osos, cómo descansan y qué soportan.
Los osos polares solían cazarse libremente en Svalbard, pero desde un acuerdo internacional de protección en 1976, la población se ha recuperado lentamente.
Los hallazgos del equipo podrían ayudar a explicar cómo está cambiando el mundo de los osos, y a un ritmo alarmante.
A medida que la luz se desvanecía y los motores del rompehielos zumbaban en el vasto silencio, el equipo guardó sus herramientas y dejó la naturaleza ártica a sus habitantes.