¿Qué hemos aprendido y cómo podemos prevenir tragedias similares en el futuro?
El 29 de octubre de 2024 tormentas destructivas azotaron varias zonas de la península ibérica, provocando las precipitaciones más extremas registradas en España durante el siglo XXI.
Según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), se originaron por una masa de aire frío en altura entre el Golfo de Cádiz y el Estrecho de Gibraltar, que empujó aire muy húmedo del Mediterráneo hacia la costa. Las tormentas se formaron en cadena y se reactivaron repetidamente sobre las mismas zonas.
En Turís, en la Comunidad Valenciana, la AEMET registró 185 litros por metro cuadrado (l/m²) en una hora y 772 l/m² en 24 horas. La combinación de intensidad extrema y persistencia provocó inundaciones repentinas en pocas horas [PDF].
La Confederación Hidrográfica del Júcar —que administra el río Júcar que fluye a través de Castilla-La Mancha y Valencia— estimó caudales máximos de 3.500 metros cúbicos por segundo (m³/s) en la intersección de la Rambla del Poio y la autovía A-3, y de 2.400 m³/s donde el río Magro se encuentra con la presa de Forata [PDF].
Imagen: Imágenes satelitales muestran la acumulación de nubes sobre el este de España a las 6:30 a. m. del 29 de octubre de 2024. EUMETSAT, CC BY-NC-SA
Además de las 229 muertes en la comunidad valenciana, hubo siete en Castilla-La Mancha (una en Mira, en Cuenca, y seis en Letur, en Albacete) y una en Andalucía, en Alhaurín de la Torre, Málaga.
De los fallecidos, 68 fueron encontrados en las plantas bajas de viviendas y 35 en aparcamientos y sótanos. Según el Centro de Integración de Datos (CID) de España, más de la mitad de las víctimas tenían 70 años o más, y 15 tenían 90 años o más. Además, el 24 % de los fallecimientos se produjeron en el grupo de edad de 80 a 89 años, lo que lo convierte en el grupo más numeroso.
Imagen: Muertes agrupadas por rango de edad
¿Qué causó la tragedia?
La construcción en zonas ribereñas se intensificó durante el rápido desarrollo de España en las décadas de 1960 y 1970, y también durante la burbuja inmobiliaria entre 1997 y 2008. De hecho, de las 75.000 viviendas afectadas por las inundaciones, el 31% se construyeron durante este segundo periodo. La vulnerabilidad física de los edificios agravó la tragedia, ya que muchas plantas bajas se convirtieron en trampas mortales una vez inundadas.
A las 7:36 del 29 de octubre, la AEMET emitió una alerta roja por lluvias torrenciales. Según la Generalitat Valenciana, la Confederación Hidrográfica del Júcar informó que a las 12:07 la Rambla del Poyo había superado el umbral de prealerta. A las 18:43, el caudal alcanzó los 1.686 m³/s.
El gobierno valenciano no activó su Centro Integrado de Coordinación Operativa (CECOPI) hasta las 17:00 horas. El sistema público de alerta ES Alert no se activó hasta las 20:11 horas, momento en el que muchas zonas ya estaban inundadas.
Aunque el gobierno central ofreció apoyo desde el principio, hubo controversia sobre el nivel de su implicación, ya que no asumió el control total al no declarar el estado de emergencia nacional.
Imagen: Niveles de caudal en la Rambla del Poio el 29 de octubre de 2024
La escasa percepción del riesgo entre la población general, junto con la demora en la emisión de la alerta de emergencia, fueron factores decisivos. El hecho de que en realidad no lloviera en muchas de las localidades afectadas generó una falsa sensación de seguridad entre los residentes. Esto propició comportamientos temerarios, como bajar a los garajes para rescatar vehículos y conducir por carreteras inundadas [PDF].
Prevención de futuras tragedias
La buena noticia es que podemos tomar medidas para evitar que fenómenos meteorológicos similares tengan consecuencias tan trágicas en el futuro. Estas medidas pueden incluir:
• Caracterizar la incertidumbre del análisis de riesgos: Es necesario elaborar mapas que cuantifiquen la probabilidad de inundación en diferentes áreas como un porcentaje. Este enfoque permite una planificación del uso del suelo más eficaz: las áreas con mayor probabilidad de inundación tienen mayores restricciones, mientras que las áreas con menor probabilidad pueden utilizarse para fines que impliquen cierto grado de riesgo.
Imagen: Mapa de probabilidad de riesgo de inundación. El rojo representa el riesgo más alto, seguido del naranja y el verde. Bodoque et al., 2023, CC BY-SA
• Integrar la vulnerabilidad y la resiliencia en la gestión de riesgos: Desarrollar índices para identificar áreas donde la población tiene menos capacidad de adaptación, así como condiciones de vivienda inadecuadas (plantas bajas, sótanos), limitaciones de movilidad o aislamiento social. Con esta información, las autoridades pueden diseñar planes de evacuación específicos para las poblaciones vulnerables, establecer redes de apoyo vecinales y priorizar las mejoras en las viviendas más vulnerables.
• Mitigar el riesgo mediante medidas estructurales: Esto podría incluir, entre otras cosas, sistemas de drenaje urbano más eficientes, así como presas en las cabeceras de los ríos y depósitos de aguas pluviales para mitigar las inundaciones repentinas. También se deben promover medidas de autoprotección en los hogares, como barreras automáticas permanentes contra la presión del agua, compuertas neumáticas y puertas estancas.
• Mejorar la concienciación sobre los riesgos: Es necesario diseñar planes de comunicación para aumentar la concienciación pública sobre los riesgos de inundación. Los programas obligatorios de educación sobre riesgos deben formar parte de toda la educación no universitaria, tal como se propone en el Plan de Formación de Emergencias de Protección Civil.
Imagen derecha: Las zonas de Castilla y León que aparecen coloreadas en el mapa son vulnerables a inundaciones repentinas. Los grupos representan agrupaciones de pueblos con características de vulnerabilidad similares. Aroca-Jiménez et al., 2022, CC BY-NC-SA
• Promover la gobernanza participativa: El fortalecimiento del capital social es una manera eficaz de mejorar la resiliencia comunitaria. Facilita la gobernanza participativa al crear espacios de diálogo donde las partes interesadas (sociedad civil, autoridades, expertos) pueden participar en la toma de decisiones sobre la gestión de riesgos.
• Implementar un sistema de apoyo a la decisión (SAD): Es necesario implementar un SAD que conecte los datos de AEMET con los registros de la Confederación Hidrográfica de Júcar en tiempo real. El SAD proporcionaría información actualizada continuamente sobre la intensidad de las precipitaciones y la profundidad del agua, lo que permitiría una rápida toma de decisiones y reduciría la necesidad de consultas entre administraciones.
Una gestión eficaz del riesgo de inundaciones exige una profunda transformación que combine el conocimiento científico, la participación ciudadana y la voluntad política. La experiencia adquirida debe traducirse en sociedades mejor informadas y preparadas, capaces de anticiparse a un contexto climático cada vez más complejo y adaptarse a él.
Este artículo de José María Bodoque, Investigador en modelización hidrológica e hidráulica, hidromorfología y evaluación del riesgo por inundación, Universidad de Castilla-La Mancha, se reproduce desde The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lee el artículo original en inglés: Valencia floods, one year on: what have we learned, and how can we prevent similar tragedies in the future?.















