Investigadores modelan los cambios climáticos causados por la sumersión de la cordillera Groenlandia-Escocia
El Océano Ártico fue una vez un gigantesco lago de agua dulce. Sólo después de que se hubiese sumergido lo suficiente el puente terrestre entre Groenlandia y Escocia, grandes cantidades de agua salada llegaron desde el Atlántico, según un estudio realizado por investigadores del Instituto Alfred Wegener, del Centro Helmholtz para la Investigación Polar y Marina (Alemania).
Con la ayuda de un modelo los investigadores han demostrado cómo se desarrolló este proceso, permitiéndonos comprender por primera vez con más exactitud la circulación atlántica tal como la conocemos hoy. Los resultados del estudio han sido publicados en la revista Nature Communications.
Cada año, fluyen hacia el océano Ártico casi 3.300 kilómetros cúbicos de agua dulce. Esto equivale al diez por ciento del volumen total de agua que todos los ríos del mundo transportan al año a los océanos. En el cálido y húmedo clima del Eoceno (de 56 a 34 millones de años atrás), la afluencia de agua dulce probablemente fue aún mayor. Sin embargo, a diferencia de hoy, durante ese período geológico no hubo intercambio de agua con otros océanos.
La afluencia de aguas salinas del Atlántico y del Pacífico, que hoy encuentran su camino en el Ártico desde el Pacífico a través del estrecho de Bering y desde el Atlántico Norte con la cordillera de Groenlandia y Escocia, no fue entonces posible porque la región que hoy está completamente sumergida estaba en ese momento sobre el mar.
Una vez que desapareció el puente terrestre entre Groenlandia y Escocia surgieron los primeros pasos oceánicos, que conectaron el Ártico con el Atlántico Norte e hicieron posible el intercambio de agua.
A través de un modelo climático, investigadores del Instituto Alfred Wegener simularon con éxito el efecto de esa transformación geológica en el clima. En sus simulaciones, sumergieron gradualmente la cordillera a una profundidad de 200 metros.
“En realidad, este proceso tectónico de inmersión duró varios millones de años”, aclara Michael Stärz, climatólogo y primer autor del estudio, quien añade: “Curiosamente, los mayores cambios en los patrones de circulación y las características del océano Ártico sólo se produjeron cuando el puente terrestre había alcanzado una profundidad de más de 50 metros por debajo de la superficie”.
Ese umbral corresponde a la profundidad de la capa superficial mixta y señala dónde termina el agua superficial relativamente ligera del Ártico y comienza la capa subyacente del agua que entra en el Atlántico Norte.
“Sólo cuando la cordillera oceánica se encuentra debajo de la capa mixta de la superficie puede fluir el agua salina más pesada del Atlántico Norte hacia el Ártico con relativamente pocos obstáculos”, comenta Stärz. "Una vez que el paso del océano entre Groenlandia y Escocia había alcanzado esta profundidad crítica, se creó el Océano Ártico salino tal como lo conocemos hoy".
La formación de pasajes oceánicos desempeña un papel vital en la historia del clima global, ya que conduce a cambios en el transporte de calor en el océano entre las latitudes medias y polares.
La teoría de que la cuenca ártica quedó aislada se apoya en el descubrimiento de fósiles de algas de agua dulce en los sedimentos de aguas profundas del Eoceno que se obtuvieron durante una perforación internacional cerca del Polo Norte en 2004. Lo que una vez fue un puente terrestre tiene ahora unos 500 metros bajo el océano y consta casi enteramente de basalto volcánico. Islandia es la única sección de ese puente que queda por encima de la superficie.
Artículo científico: Threshold in North Atlantic-Arctic Ocean circulation controlled by the subsidence of the Greenland-Scotland Ridge