Al irse los grandes pesqueros, los caladeros vuelven a crecer
Las consecuencias de los sistemas de pesca de los arrastreros: tortugas muertas, playas pobladas de peces sin vida
El 90% de sus capturas eran accidentales, por lo que dejaban a su paso millas y millas de peces muertos
Contar con datos certeros sobre cualquier aspecto de la realidad somalí resulta siempre complicado, pero los especialistas consideran que la pesca intensiva se disparó al poco tiempo de la caída del dictador Siad Barre en 1991. Quizás uno de los primeros estudios fiables sobre el fenómeno fue el que se presentó en la ONU en 1998 en Dubai. Por aquel entonces más de 300 barcos extranjeros faenaban al unísono frente a los 3.300 kilómetros de litoral somalí. Estudios posteriores hablan de unas 700 embarcaciones, de la confrontación abierta con los 4.000 pescadores locales como germen de la piratería y del empleo de técnicas de pesca en algunos casos prohibidas.En la parsimoniosa ciudad de Malindi, en la costa de Kenia, la pesca artesanal es tan importante para la subsistencia de la economía como el turismo europeo, no son pocos los que asocian el aumento exponencial en las capturas de los pescadores locales con uno de los problemas que más preocupan a la comunidad internacional: los piratas que mantienen retenidos en costas de Somalia a 11 navíos con 272 marinos, que en lo que van de año han recaudado decenas de millones de euros y que han cometido todo tipo de tropelías y abusos con las tripulaciones.
Mohammed Adan se baja de su barca de vela triangular y casco de madera en la que ha estado faenando en aguas del océano índico. Delgado, vestido con unos pantalones de deportes, avanza hacia la playa cargando dos enormes barracudas cuyas escamas plateadas reverberan bajo la luz del sol. «Hace años que no teníamos tan buena pesca. Es como si el mar hubiese vuelto a nacer», afirma con una sonrisa maliciosa mientras coloca los pescados en una carretilla.
Los demás pescadores que trabajan en la orilla parecen compartir el entusiasmo de Mohamed Adan. «No hace mucho pensé que tendría que dejar esta profesión para dedicarme a otra cosa», sostiene Ahmed Abud al tiempo en que limpia una red de pesca sentado sobre la arena. «Ahora, en un buen día, puedo ganar hasta diez mil chelines (100 euros)».
«La actividad de barcos pesqueros de Europa y Asia nos estaba haciendo mucho daño a los pescadores locales», explica Athman Seif, director de la Asociación Marina de Malindi (Mama). «Los piratas han espantado a estos barcos. En especial de la zona norte, fronteriza con Somalia, que es adonde van a faenar nuestros pescadores».
El litoral keniano se extiende a lo largo de 640 kilómetros desde la pacífica y orgullosa Tanzania en el sur, hasta el caos perpetuo del estado fallido por antonomasia, Somalia, en el norte. Sus 20.000 pescadores llevan años denunciando la degradación de sus medios de subsistencia como consecuencia de lo que se conoce como IUU (siglas en inglés de «pesca ilegal, no declarada y no reglamentada»). Tiempo antes de que los delincuentes somalíes saltaran a las primeras planas de los periódicos, ellos llamaban «piratas» a los barcos extranjeros que venían a faenar sin licencia a sus aguas y cuyos embarcaciones se divisaban por decenas desde la playa.
Un informe elaborado por el Departamento Británico para el Desarrollo Internacional (DFID) estima en 5,5 millones de euros las pérdidas anuales que la pesca por parte de los busques extranjeros causan en Kenia. Otro dato significativo, éste de la Autoridad Marítima Keniana, indica que el 90% del pescado que comen los kenianos les llega del lago Victoria y no del océano índico.
Athman Seif ha colgado en la página web de su organización galerías con imágenes de las consecuencias de los sistemas de pesca de los arrastreros: tortugas muertas, playas pobladas de peces sin vida.
«Diezmaron los caladeros, destruyeron las zonas de anidación y nuestras redes», explica este infatigable activista. «Se aprovecharon y se aprovechan de la falta de medios del Gobierno de Kenia para patrullar las aguas, pues este problema aún no se ha terminado aunque los piratas hayan espantado a muchos barcos», asegura.
Otros especialistas son más duros en sus críticas. Sostienen que la corrupción que impera en el Gobierno de Kenia es la responsable del caos en el sector pesquero. Hablan de licencias de pesca entregadas en condiciones sospechosas, de funcionarios que miran hacia otra parte ante las acciones ilegales de los pesqueros -cuyos principales objetivos son langostinos, atún de aleta amarilla y tiburones- dentro de la zona económica exclusiva keniana (200 millas desde la costa).
En la pesca deportiva, que empresas como Kingfisher o Deep Sea Fishing organizan desde Malindi para los turistas, también han notado el incremento en las capturas. «La nueva temporada acaba de comenzar, pero ya el año pasado vimos aumentos espectaculares. Los piratas han echado a los palangreros ilegales», afirma el capitán Howard Lawrence-Brown, responsable de Deep Sea Fishing. Angus Paul, que lleva años practicando este deporte en el océano índico, coincide: «En otros tiempos podías ver a siete u ocho arrastreros cada noche buscando langostinos. El 90% de sus capturas eran accidentales, por lo que dejaban a su paso millas y millas de peces muertos».
El conservacionista español Victor de la Torre Sanz, que lleva más de diez años viviendo en áfrica y que recientemente ha estado en la zona, explica la posible relación entre los piratas de Somalia y el auge de la pesca artesanal en la costa de Kenia: «Durante la guerra del Congo, en el parque Virunga se hizo un censo de los gorilas. Para sorpresa de todos, se descubrió que la población había crecido un 10%. Esto nos dice que lo que destruye a la naturaleza es nuestro sistema económico. En Malindi pasa exactamente lo mismo. Al irse los grandes pesqueros, los caladeros vuelven a crecer. No quiero pensar cómo estarán entonces los caladeros de Somalia, que es uno de los lugares más ricos en biodiversidad del índico».
Ante las noticias que llegan de Kenia, Raúl García, experto en pesquería de WWF España, prefiere mostrarse cauto: «Es posible que la piratería haya beneficiado a los pescadores kenianos, pero debemos tener en cuenta que aún no contamos con datos científicos que avalen esta tesis sino con los testimonios de la gente de la zona. El aumento de la capturas podría deberse a otras razones».
De lo que no tiene duda es del daño que la pesca causa en todo el continente. «En áfrica es la norma -explica-. Salvo Namibia, Sudáfrica, Libia, Argelia y Marruecos, la mayor parte de los países no tiene capacidad para proteger sus aguas. Guinea Conakry tiene una patrulla pero no funciona. Es un problema gravísimo».
En todo este contexto, los pescadores locales asisten despreocupados al aumento de la piratería e incluso basta un paseo por las costas para comprobar cómo la consideran beneficiosa para sus intereses. Entre allá y acá, además de miles de kilómetros, hay realidades diferentes.
Ver vídeo relacionado con esta historia en: Los piratas de Somalia ¿conservacionistas?, una visión diferente
Enlaces: Kenya Maritime Authority Kenya Marine Fisheries Researh